Fin
09:34
(...)
Una cosa quiero pedirle antes que nos trabemos. Que en este encuentro
ponga todo su coraje y toda su maña, como en aquel otro de hace
siete años, cuando mató a mi hermano.
Acaso
por primera vez en su diálogo, Martín Fierro oyó el odio. Su
sangre lo sintió como un acicate. Se entreveraron y el acero filoso
rayó y marcó la cara del negro.
Hay
una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo
dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo
entendemos pero es intraducible como una música… Desde su catre,
Recabarren vio el fin. Una embestida y el negro reculó, perdió pie,
amagó un hachazo a la cara y se tendió en una puñalada profunda,
que penetró en el vientre. Después vino otra que el pulpero no
alcanzó a precisar y Fierro no se levantó. Inmóvil, el negro
parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón
ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin
mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie.
Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había
matado a un hombre.
El
Fin, Jorge Luis Borges
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