Fuera
de quicio
Sacar
de quicio a alguien
Hay
personas que hacen la vida más bonita, otras que te son indiferentes
y algunas son como un castigo, con la habilidad innata de desatar lo
peor de uno mismo.
No está mal tropezar de vez en cuando con alguien que te saca de quicio. Es un buen espejo dónde mirarte. Si te dejas llevar por su juego, pierdes los papeles y acabas sin razones porque a gritos no puedes argumentarlas.
No está mal tropezar de vez en cuando con alguien que te saca de quicio. Es un buen espejo dónde mirarte. Si te dejas llevar por su juego, pierdes los papeles y acabas sin razones porque a gritos no puedes argumentarlas.
Él, mientras, no pierde nada.
Tú si.
En algún momento, acabas convertido en el que levanta la voz, el que gesticula violeto, el que se derrumba sin control, hasta que después de la tempestad, llega la calma.
Y entonces, te sientes culpable por haber dejado que la rabia suba desde la garganta al cerebro para envenenarte.
Tú si.
En algún momento, acabas convertido en el que levanta la voz, el que gesticula violeto, el que se derrumba sin control, hasta que después de la tempestad, llega la calma.
Y entonces, te sientes culpable por haber dejado que la rabia suba desde la garganta al cerebro para envenenarte.
Tal
vez no puedes evitar soportarlo, pero si controlarlo y dejar de ser su
rehén. De ti depende enfadarte o dejarlo atrás, entrar al trapo
o ignorarlo, dejarlo crecer o minimizarlo. Ese dominio, lo tienes y
cuanto menos representa esa persona para tí, más fácil es.
Sin
concesiones. Ni un cambio ni un ápice de duda.
Míralo
despacio.
No es tan grande como para desviarte.
No es tan grande como para desviarte.