ÁTOMO

11:30


Me gusta la gente con ese átomo de locura que hace que la existencia no sea monótona, aunque sean personas desgraciadas y estén siempre en las nubes, como tú… Personas que, según mi familia, son calamidades indeseables.

Nada, Carmen Laforet
(Suave, Marie Laurencin)

Camaleón

09:23


Comencé a escribir a los ocho años, de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno. No conocía a nadie que escribiese, y a poca gente que leyese. El caso era que sólo me interesaban cuatro cosas: leer, ir al cine, bailar claqué y dibujar. Un día empecé a escribir sin saber que me había encadenado, de por vida, a un amo noble pero despiadado. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo, y éste es únicamente para autoflagelarse.
Pero, por supuesto, yo no lo sabía. Escribí relatos de aventuras, novelas de crímenes, comedias satíricas, cuentos que me habían narrado antiguos esclavos y veteranos de la Guerra Civil. Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando descubrí la diferencia entre escribir bien y mal, y luego hice un descubrimiento más alarmante aún: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero. Una diferencia sutil, pero feroz. Después de aquello, cayó el látigo.

Música para camaleones. Prefacio
Truman Capote


Mundos

13:19



El mundo sólo existe en tus ojos. Tu puedes hacer que sea tan grande o tan pequeño como tu quieras.

F. Scott Fitzgerald

Lectores

08:19



Los trabajadores que emigraron a Estados Unidos llevaron consigo, entre otras cosas, la institución del lector: una ilustración del American Practical Magazine de 1873 muestra a uno de esos lectores, con gafas y sombrero de ala ancha, sentado con las piernas cruzadas y un libro en las manos mientras una hilera de cigarreros (todos varones) en chaleco y mangas de camisa se dedican a enrollar puros, totalmente absortos, al parecer, en lo que están haciendo. (…)
Tenían sus libros preferidos: El conde de Montecristo, por ejemplo, llegó a ser tan popular que un grupo de obreros escribió a Dumas, poco antes de su muerte en 1870, pidiéndole que les permitiera dar el nombre de su personaje a uno de los tipos de cigarro. El novelista francés accedió.¡

Una historia de la lectura. Alberto Manguel. 

Cabezazos

17:21


Aunque daba pesados cabezazos, lo que más temía era la noche… Dormirse, olvidar y, al despertar, cuando la conciencia de la desgracia es vaga y brumosa, buscar en aquella cama vacía el rostro conocido… Y cuando horrorizada, se daba la vuelta, veía de nuevo el lecho vacío.

El vino de la soledad, Irène Némirovsky

Fieles

06:35


(…) Este era un matrimonio, compuesto, como la mayor parte de los matrimonios, de una mujer, un marido y un… -ya se adelantan ustedes con malicia. ¿No les advertí a ustedes que de ustedes depende todo?-. De una mujer, un marido y un niño de pocos meses, de muy pocos… Como en todos los matrimonios, la mujer no quería nada al marido… ¿Encuentran ustedes demasiado categórica mi afirmación? Pues bien; yo la sostengo y me ratifico. No hay matrimonio en que la mujer quiera al marido… ¿Se escandalizan ustedes? ¿Necesitan ustedes una prueba?… En este momento estoy seguro de que me escuchan infinidad de señoras casadas…
Si hay una, una sola, que quiera a su marido, yo le ruego que se levante y que lo diga en voz muy alta: "Yo quiero a mi marido"... ¿Lo ven ustedes? ¡Ni una sola! Ya les dije que de su actitud dependía la inmoralidad de mi cuento. ¿Puede darse nada más inmoral que entre una porción de señoras casadas no encontrar ni una sola que quiera a su marido? Gané mi apuesta. Y ahora soy yo el que se retira escandalizado.

Cuento Inmoral, fragmento. Jacinto Benavente.

Sonidos

08:05


Se puede ignorar el sonido durante mucho tiempo, pero luego un tictac instantáneo puede recrear en la mente intacta el largo desfilar del tiempo que no se ha oído.

El ruido y la furia, William Faulkner

Borrar

09:09


Me gusta el viento. No sé por qué, pero cuando camino contra el viento parece que me borra cosas. Quiero decir: cosas que quiero borrar.

Mario Benedetti

Gracias

12:56

Prefiero tener rosas en mi mesa que diamantes en mi cuello.

Emma Goldman

Cuéntame

06:41


No te pido que me lo cuentes todo, tienes derecho a guardar tus secretos, con una única e irrenunciable excepción, aquellos de los que dependa tu vida, tu futuro, tu felicidad, ésos quiero saberlos, tengo derecho, y tú no me lo puedes negar

José Saramago


Soldados

13:59


Os lo ruego, sed como esos soldados que han entrado los primeros tras las alambradas de un campo de concentración … Y allí sus ojos… ¡Ah, os lo ruego, sed jóvenes como ellos!

Orgía. Pier Paolo Pasolini

Lema

11:53


Después de tantos años estudiando la ética, he llegado a la conclusión de que toda ella se resume en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir, y prudencia para sobrevivir.

Fernando Savater

Emancipaciones

06:55


Para que la mujer llegue a su verdadera emancipación debe dejar de lado las ridículas nociones de que ser amada, estar comprometida y ser madre, es sinónimo de estar esclavizada o subordinada.

Emma Goldman

Retratos

18:32


El espejo se rompe
y avanza la imagen de lo pequeño
que olvidamos hace tiempo.
Con asombro vemos unos ojos
de mirada limpia
que casi no podemos reconocer.
Ha pasado tanto
sobre nuestras cabezas
que el claro de esos ojos nos toca
y es mejor
estarse quieta por un rato.

Retrato, María Laura Decésare

Ladrones

14:31


Tú eres lo que amas, no lo que te ama a ti. Yo decidí eso hace mucho tiempo.

El ladrón de orquídeas, Spike Jonze



Bipolares

09:03



"A veces también se me acaban las sonrisas para ti, a veces también se me acaban las ganas de escribirte. Pero te quiero, ojalá lo entiendas, siempre te quiero, pero a veces mis abrazos no tienen calor y mi boca no sabe que decir… Pero te quiero, siempre te quiero, cuando no te convengo, cuando no me soportas, cuando te odio, te quiero.”

Alejandra Pizarnik


Humanidad

21:54


A muy poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo un buen concepto. Mientras más conozco al mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede fiar de las apariencias de bondad o inteligencia.

Orgullo y Prejuicio, Jane Austen

Melquíades

14:37


Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. “Las cosas tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.” José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: “Para eso no sirve.” Pero José Arcadio Buendía no creía en aquél tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados… Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo XV con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras… 

Cien años de soledad, Gabriel Garcia Marquez