Por
momentos, el río negro doblegaba
todas mis fuerzas bajo su yugo.
Las aguas bajas, yo las veía profundas,
y las orillas en pendiente suave, abruptas y elevadas.
Arrastrado por el torbellino de las olas, luchaba
y oía las aguas en mí,
las buenas, las bellas aguas negras – –
Después, de nuevo respiré una fuerza dorada.
La corriente fluía, poderosa, siempre más poderosa.
todas mis fuerzas bajo su yugo.
Las aguas bajas, yo las veía profundas,
y las orillas en pendiente suave, abruptas y elevadas.
Arrastrado por el torbellino de las olas, luchaba
y oía las aguas en mí,
las buenas, las bellas aguas negras – –
Después, de nuevo respiré una fuerza dorada.
La corriente fluía, poderosa, siempre más poderosa.
(Egon
Schiele, Autoretrato)